La gastronomía de Sordillos al igual que la de los pueblos de la
comarca o del Alfoz al que pertenecen, es muy similar, ya que sus
características son idénticas. Hay que distinguir la gastronomía
estival, de la de los gélidos inviernos debido a las bajísimas
temperaturas; y otra muy particular de estos parajes como es la que
tenían que avituallarse de provisiones en tiempos de máximo esfuerzo,
bien sea en la arada y sementera; como en tiempos de cosecha y
recogida.
Por todo lo mencionado, la gastronomía de los
habitantes de este pueblo tan agrícola y ganadero, se basaba en sus
propios recursos: animales caseros como el cerdo (principal aporte
alimenticio), conejos, gallinas y sus derivados y otro muy
significativo como era el cordero y los lácteos pertenecientes al
rebaño de ovejas que como otro gran recurso contaba el labrador.
La
casa del labrador tenía que estar provista de víveres para pasar todo
el año, condicionada por el número de residentes en cada casa y el
esfuerzo que tenían que soportar para realizar las labores de cada día
y cada estación del año, con los consiguientes cambios climáticos. Para
todo lo expresado la casa del labrador tenía que proveerse de un cerdo
de unos 130 kl. para sacrificarle por el mes de Enero y hacerle:
chorizos, sabadeños, lomos, huesos, tocino, morcillas y algún jamón
(para su conservación se disponía de una fresquera y tinajas de barro
para los embutidos) Este era su principal aporte calorífico.
El
ama de casa además de sus tareas caseras, cada veintiún día tenía que
hacer el pan cuyos componentes eran: agua, harina de trigo y levadura
que amasado y dejando reposar unas horas, hacía las hogazas que luego
cocía en el horno (que todo labrador disponía en su casa), también se
hacían tortas de aceite y aprovechando el calor algún dulce que otro
(magdalenas, rosquillas/os y tortas de manteca etc.). Las hogazas bien
guardadas y tapadas duraban tiernas veinte días.
El labrador
que disponía de ovejas contaba con otro aporte importante en su dieta
como era la leche, queso, cordero y lana, sacando algún cuarto de la
venta de estos productos. Quien más quien menos contaba con animales
domésticos no menos importantes para su alimentación como eran las
gallinas y huevos de estas, los pollos y otras aves y conejos.
También
se adquirían otros alimentos externos como era el pescado, aunque este
a veces nos venía de la propia pesca del río Odra que a unos metros del
pueblo se encuentra.
Productos de la huerta, acompañaban a nuestra
gastronomía, rica en toda clase de hortalizas y legumbres (en algunos
casos). La fruta nos la proporcionaba los frutales de la huerta, y de
frutales aledaños a nuestros majuelos o viñedos que circundaban las
bodegas depositarias de nuestro vino churrillo, que saciaba nuestro
paladar y nuestros estómagos depositarios de una gastronomía adecuada a
las necesidades propias de cada momento.
Autor: Emiliano Aparicio Bustamante